El premio grande de la arquitectura para este 2022 ha sido otorgado a Francis Keré. Nacido en Burkina Faso, Keré es el primer africano en recibir el premio Pritzker, en un cambio de paradigma que puede influir en el futuro de la arquitectura mundial. El comité reconoció a Keré “empoderando y transformando las comunidades a través de la arquitectura”. No es de extrañar esta mención teniendo en cuenta que el arquitecto ha trabajado, principalmente, en aréas de alta densidad de población y dificultades. Apostando por el material local sin dejar de ser contemporáneo, ideó estructuras que van más allá de su valor como material: su propósito es estabilizar el futuro de comunidades enteras.
Su historia parece de película: estudiando en un poblado en Gando, jamás olvidó el calor que pasó en clase. Tras estudiar para carpintero en Berlín y prolongar esa beca para licenciarse como arquitecto, Keré volvió a su tierra para ejercer el rol de promotor: reunió fondos y la mano de obra de los habitantes para construir una escuela primaria que tuviera ventilación. La cubiera elevada sobre el muro deja pasar el aire y evitaba las altas temperaturas. Ese poblado que no contaba con luz y agua entonces, tenía un centro de enseñanza en torno al cuál se gestó la fuerza de un pueblo. 20 años después, esa escuela alberga a 700 estudiantes y una residencia para los profesores. Con el reconocimiento de las instituciones llegó la doble vertiente: obras en África para generar comunidad e intervenciones temporales en otros rincones del globo. El objetivo era que las segundas financiaran las primeras.
Este galardón supone el reconocimiento a una forma de arquitectura, de proyectista, de promotor… enarbolada en torno a una idea de humanidad como comunidad, de desarrollo social y que puede tener un impacto clave a la hora de estudiar la composición de las ciudades y cómo nos relacionamos con ellas.
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