Un nuevo cemento ha llegado a la ciudad y promete ser un sustituto muy interesante al cemento convencional; y es que llevábamos tiempo esperando que el cemento sostenible hiciera su incursión en el mundo de la construcción. No, no ha surgido de la nada, lo cierto es que desde hace años ya se conoce e incluso se ha usado en construcciones, no obstante, parece que ahora es el momento de dar el salto y normalizar su uso; y es que el cemento sostenible, elaborado gracias al hormigón geopolimérico, disminuye las emisiones en un 70%. Sin duda un material para el futuro. Un material para un mundo más sostenible que evitará ese 8% de las emisiones de CO2 que produce el cemento convencional que se usa para fabricar el hormigón convencional.
Como comentábamos, este cemento no sale de la nada. Son varios los años de investigación que buscaban dar un con un material que compartiera las cualidades constructivas del hormigón, pero sin utilizar el cemento tradicional. Este hormigón sostenible nace a partir de polímeros inorgánicos de tipo mineral como ceniza. Estos se extraen normalmente de la industria minera o de las fábricas de energía. Si tenemos en cuenta esto, también se realiza un trabajo extra en el medio ambiente al recoger toda esta ceniza.
Lo importante es que la producción de geopolímeros tiene una huella de CO2 un 70% menor con el tradicional cemento Portland, que es el que se usa convencionalmente para crear hormigón. Además, según parece ser, el resultado sería incluso mejor, pues resiste mayor temperatura y abrasión química, además de tener una permeabilidad menor.
¿Se ha usado ya en construcciones reales? Sí, lo cierto es que sí. Tenemos varios ejemplos, como el Global Change Institute de la Universidad de Queensland en Australia, que fue construido en 2016.
También el aeropuerto de Brisbane West Wellcamp, también en Australia, construido en 2014 con unas 100.000 toneladas de hormigón geopolímero.
En Europa y EEUU también se ha empleado este material, aunque se ha hecho básicamente para fabricar traviesas de ferrocarril, postes de energía eléctrica o pavimentos de carretera, entre otros.
Si bien es cierto que tenemos ejemplos y constancia de las bondades de esta alternativa sostenible, su uso no está extendido. Así, la Unión Europea lleva años trabajando en crear la mejor versión posible de este material para poder solventar las dudas e inquietudes que genera su uso. Es conocida, así, su alianza con universidades como la de Cartagena, en Murcia, para refinarlo lo máximo posible.
El futuro de la construcción sostenible parece que empieza a interesar incluso al sector privado; y es que ya son algunas las empresas que intentan crear su propia versión de este compuesto, como Saferock, empresa noruega, que con la firma arquitectónica Snohetta prevén sacar su propia versión para 2025.
En una agenda europea en la que la energía renovable y la sostenibilidad parece más importante que nunca, este tipo de productos tienen muchísima cabida. Por tanto, no será la última vez que lo veamos.
Esperemos seguir avanzando con este tipo de materiales para nuestras construcciones